8 sept 2010

LOS NIÑOS Y NIÑAS NO SALEN A LAS CALLES A JUGAR

Estudios Junji y Unicef: 40% de niños chilenos no sale a las calles a jugar
Si antes el barrio y las plazas eran el lugar de encuentro de los niños chilenos, hoy lo son las casas de familiares y amigos y los malls.

por Alexis de Ponson M.
Compartir78 Una piedra puede ser el poste de un arco de fútbol y un árbol puede convertirse en la torre de un castillo. Una vivencia única, por la que no hay que pagar ni un peso y para la cual el único requisito es la imaginación. Sin embargo, cada vez son menos los niños que disfrutan de esta experiencia, lo que no sólo afecta su bienestar físico, por el mayor sedentarismo, sino también su creatividad, su capacidad de resolver problemas y su pensamiento crítico.

La Encuesta de Primera Infancia elaborada por la Junji revela cómo una proporción importante de los niños chilenos no tiene actividades al aire libre: un 67% de los niños menores de cinco años juega preferentemente al interior de sus hogares, y un 39,2% nunca juega con otros niños del barrio.

Cuando son más grandes el panorama es similar. Según datos de la encuesta de Unicef, La Voz de los Niños, el 39,7% de los niños entre 10 y 13 años rara vez o nunca sale a divertirse a una plaza. Prefieren los sitios indoor: el 81,7% va siempre o frecuentemente a casas de familiares para divertirse, un 71,5% lo hace en centros comerciales y un 58% en casas de compañeros de colegio. En 2007, otro estudio de Unicef reveló que sólo un 23% de los niños chilenos jugaba fuera de casa, el último entre 11 países.

Pero el fenómeno es mundial: una encuesta realizada en Inglaterra reveló que el 64% de los niños de 12 años juega al aire libre menos de una vez a la semana y que el 20% nunca ha trepado a un árbol.

El norteamericano Richard Louv, autor del libro El último niño en los bosques, define este fenómeno como "déficit de naturaleza". Según explica, la falta de actividades al aire libre en los niños se explica por la mayor presión sobre su tiempo libre, pues se exige que los menores lo gasten de forma constructiva, principalmente en clases de reforzamiento y talleres. Eso, asegura, no sólo ayuda a que aumenten los niveles de obesidad y depresión, sino que dificulta su proceso de independencia y de dominio del mundo.

Louv dice que los padres prefieren mantener a los menores al interior de sus hogares para resguardar su seguridad, lo que es un error. En el estudio de la Junji, los padres mencionan como primer peligro en las plazas la circulación de autos y, sorprendentemente, la presencia de otros niños aparece como la segunda fuente de peligro para sus hijos, por lo que las calles dejaron de ser un lugar de encuentro. Esto, pese a que el mismo estudio revela que el 60% de los accidentes ocurre en el hogar.

La llegada de la tecnología a los hogares también atenta en contra de las actividades al aire libre. Según el Indice Generación Digital, el 56% de los escolares de 5° básico a 4° medio navega en la red más de cuatro días a la semana, y el 62% pasa entre dos y cuatro horas diarias conectado.

Qué se pierden

Las bondades que entregan las actividades al aire libre no se limitan al ámbito físico, sino también benefician el desarrollo cognitivo de los niños. Un estudio del Departamento de Educación de California mostró que los estudiantes de sexto grado mejoraron sus calificaciones de ciencias en un 27% después de tomar clases al aire libre durante una semana. Además, numerosas investigaciones de la U. de Michigan han mostrado que la cercanía a la naturaleza mejora la capacidad de las personas para concentrarse.

No es todo. Según Marco Manríquez, neurólogo infantil de la Clínica Alemana, las actividades al aire libre ayudan a mejorar la motricidad de los niños y también funciones intelectuales superiores. " Si mejoras la motricidad, mejoras la coordinación y el lenguaje, que es una motricidad fina", dice.

El contacto con la naturaleza también incrementa la inteligencia práctica de los menores, al permitir que desarrollen su capacidad para encontrar soluciones a problemas concretos y, de paso, les permite observar que la vida está constituida desde sus formas más sencillas por procesos. Es decir, que nada ocurre de manera automática. "La vivencia de los procesos que tienen que ver con la función ejecutiva nos permite trazar los pasos para alcanzar un objetivo", dice.

1 comentario:

Martín Passini dijo...

es la realidad de todas nuestras ciudades... muy buen artículo